En cada sorbo de mezcal hay una historia de fuego, tierra, resistencia y prohibición. Aunque hoy es un símbolo de orgullo nacional, el mezcal fue durante siglos perseguido, marginado y condenado al silencio. En Xibaria, la casa del mezcal, creemos que conocer su pasado es honrar su esencia. Te contamos la historia de cómo el mezcal fue prohibido... y sobrevivió.
Con la llegada de los conquistadores españoles, la producción de bebidas fermentadas como el pulque era ya una tradición ancestral. Pero fue la introducción de la destilación lo que dio vida al "vino mezcal". Esta bebida, popular entre las clases bajas e indígenas, pronto fue vista con malos ojos por la Corona, que quería proteger el consumo de vinos y aguardientes europeos.
En 1585, la Real Orden de Aranjuez prohibió la destilación de bebidas nativas. Durante los siglos siguientes, los alambiques eran destruidos, los productores perseguidos y los consumidores excomulgados por la Iglesia. Se creó incluso el Juzgado Privativo de Bebidas Prohibidas para frenar su elaboración. Pero el pueblo resistió: el mezcal se siguió haciendo en secreto, en barrancas y montes, como acto de identidad.
Durante la Guerra de Independencia, el mezcal jugó un papel curioso. En 1811, el virrey autorizó su venta para recaudar fondos para la guerra, solo para volver a prohibirlo poco después. En 1823, en la ciudad de México, se decretó que la venta de bebidas embriagantes causaba desorden y debía suprimirse. Las contradicciones eran muchas: se necesitaban impuestos, pero no se quería aceptar una bebida del pueblo.
En Sonora, en 1915, el entonces gobernador Plutarco Elías Calles prohibió la fabricación de bacanora y mezcal, castigando a los productores con hasta cinco años de cárcel. Esta prohibición empujó a muchas comunidades a mantener la tradición en clandestinidad, hasta que fue legalizado de nuevo en 1919. El sabor del mezcal nunca desapareció: solo se ocultó entre montes, cuevas y memorias familiares.
Hoy, el mezcal ha resurgido como una bebida que celebra la biodiversidad, el arte y la resistencia. Cada botella cuenta una historia. En Xibaria, nos sentimos orgullosos de mantener viva esa memoria, no solo vendiendo mezcal, sino compartiendo su pasado.