Mezcal Villasuso


El maestro mezcalero que fue el fundador de este delicioso mezcal es Don Manuel Villasuso Ledezma (1914-1999), una persona extraordinaria que entregó su trabajo a la tierra. A los treinta y dos años se convirtió en gerente de la Fábrica del Marquesado de Jaral de Berrio. El profundo conocimiento que obtuvo dirigiendo la producción de la última Condensa en México le llevaría a iniciar el primero de sus talleres.

El segundo maestro mezcalero Manuel Bernardo Villasuso Courtade (1940) en el año 1960 se integra a los trabajos heredando los ritos y secretos del proceso creativo. Maestros mezcaleros en la más pura y centenaria tradición. A sabiendas de la calidad en su producto él solía decir  que Mezcal Villasuso era “de adeveras”, de ahí tomamos nuestro lema.

El tercer maestro mezcalero Pedro V. “No hay nada nuevo, salvo lo que se ha olvidado” es la tercera generación (hijos y nietos) bajo una visión global que ha impulsado el rebranding de la marca, con la promesa de respetar el sabor y receta en manos de nuestro maestro de casa Pedro V.

Cada botella debe llevar corazón.

Ahora honramos nuestra palabra poniendo esfuerzos en exportar este producto; cuidando su esencia. Esta es una tarea que tomamos con seriedad: Entregamos un resultado con sabor a México.

La realización de este mezcal comienza cuando sale el sol en el Valle de San Francisco, Guanajuato. Son jornadas que terminan en la noche en donde recolectan el Agave Salmiana, maduro de ocho años. Con un machete remueven las pencas hasta dejar las piñas desnudas de 70 kilogramos, se parten en tres para ser acarreadas a los camiones que las llevaran a la fábrica.

Se descargan las piñas y las acomodan en el horno sellandolo con el bagazo de producciones anteriores para cocerlo en vapor por dos días con sus noches. Ochenta por ciento de los mezcales son horneados con leña, el proceso de cocción a vapor evita rastros de humo; ese sabor que lastima la garganta. Por eso su sabor es suave y delicado al gusto.

Ya horneadas las piñas pasan al molino de piedra (tahona egipcia) de seis toneladas. La apodan cariñosamente “La Muerte”. La extracción se termina al anochecer.

La miel extraída se deposita en las barricas de madera que los acompañan desde 1950. Ahí se fermenta la receta centenaria. Desde ese punto y hasta ochenta horas después, el maestro mezcalero desaloja el taller y no es admitida la presencia de persona alguna.

Posteriormente el producto se destila en ollas de cobre propiedad de la fábrica desde 1920. Una línea de producción es absolutamente manual, personal y de técnica artesanal con corazón. Gota por gota nacen diez litros por hora. Mezcal Villasuso no acelera bajo ninguna circunstancia su proceso. Después de 412 hora de trabajo se obtiene un mezcal fino.

Por último la botella es envasada y sellada a mano; corcho y lacre de origen vegetal. La naturaleza es la madre de nuestro maguey, así le devolvemos su generosidad.

Es un producto digno y respetuoso a la tierra mexicana.

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